FOTOLIBERTAD 2011.

FOTOLIBERTAD 2011.

Editorial



BORDADO TRADICIONAL DE SAN JUAN IXTENCO, COMUNIDAD OTOMI DE TLAXCALA.
fotoLIBERTAD 2010


Llegando al final del mes del Bicentenario compartimos con ustedes dos narraciones dos! de dos plumas imprecindibles en Tlaxcala; la escritora y narradora escenica Laura Rivas quien actualmente dirige un taller de cuento en el ITC y Francisco Guzmán, tambien conocido como Fraguz  quien desde su tierra natal Arandas Jalisco nos comparte su visión del festejo del bicentenario y con su humor caracteristico los hara reir con autentico fervor patrio.
Hoy 29 de septiembre acabaron las jornadas de Historia y Antropologìa que el centro INHA realiza cada año, esperemos que nuestros amigos ponentes  que aceptaron compartir sus ponencias nos las envien pronto para tenerlas en la red y al alcance de todos.

 A casi mes y medio de estar subiendo material en este espacio estoy optimista al recibir participaciones de diferentes amigos involucrados en el quehacer artistico y cultural, en especial le agradesco al Arqueólogo Eduardo Contreras  Martinez  por su impulso y apoyo para realizar este portal virtual donde son bienvenidas todas las opiniones , tambien mi aterno agradecimiento al personal de la biblioteca del Museo Regional a "Dey" y a Mario Macias, por prestarme de vez en cuando algunas lecturas y por promover este espacio virtual.

El sabado dos de Octubre sera proyectada por primera vez en la sala 6 de la cineteca Nacional alas 6 de la tarde la pelicula documental "A DIEZ METROS DEL INFIERNO" sobre la vida y obra de José Cruz Camargo mitico bluesman mexicano que libra una lucha contra la esclerosis multiple y que aun permanece en el escenario (a pesar de la desaparicion de la legendaria banda Real de Catorce, fundada por el en 1985) retando a la muerte, lo menciono porqe tuve la suerte en el 2008 de trabajar en dos locaciones como fotografo de fija en dos homenaje que se le hicieron, uno en Ecatepec estado de México en el Festival de los Nuevos Vientos y en la clausura de la feria del libro en la explanada de Santo Domihgo, en el centro historico de la ciudad de México, proyecto donde me invito a trabajar su director Leobardo Jacob Lechuga, mi amigo y maestro, a quien felicito y le deseo y pronostico el mejor de los exitos con su documental: ¡ahi estaremos!
 Esta es la entrega de Septiembre 2010.  El proximo mes tendremos un contenido de divulgación diferente...bienvenidos a Tlaxcallan donde caben todas las opiniones e ideas.
Todas las imagenes que se ven a contininuación fueron bajadas de THE BIG PICTURE (http://www.boston.com/) un sitio web gringo.


YA SE ACABARON LAS CELEBRACIONES DEL BICENTENARIO, ¿AHORA QUE?
Por Francisco Guzmán
Ya se fue septiembre,  deslizándose en  el tiempo como el humo de un cigarro de marihuana. Se acabó el mes del bicentenario en el que todos hablamos de historia. Ahora sí nos queda claro que Miguel Hidalgo y Francisco I. Madero no se conocieron en este mundo, en el otro quién sabe.
Curiosamente los medios de comunicación, prefirieron ignorar la guerra de “la bola” de 1910. Casi no hablaron de la Revolución Mexicana,  y procuraron enfrascarse más bien en la figura de los héroes de la gesta independentista, sobre todo en la figura histórica y humana del cura Hidalgo. Imbuidos por cierta tendencia iconoclasta, los medios nos dieron una explicación de cómo los de la turba independentista ni siquiera sabía que andaban peleando por la independencia; por eso cuando explotó el carro de municiones en la batalla de Puente de Calderón, pos muchos indígenas prefirieron mejor irse a su casa. Así fue también como los mexicanos nos enteramos de cómo los libros y los profesores de la primaria nos habían echado mentiras. La verdad, hay que decirlo, los héroes eran de carne y hueso; y más de uno aspiraba a ver si le tocaba un hueso en el gobierno de la Nueva España. De todas maneras, ya era hora de que nos diéramos cuenta de que nuestros adalides nacionales no eran  simplemente  seres compulsivos que a toda hora nomás andaban pensando en la patria y en ver a qué horas le ponían su nombre a una calle y en salir retratados en los billetes del Banco de México. Nada más alejado de realidad que eso. En cambio, y sin embargo no obstante, nos vinimos a enterar por ejemplo que según eso  Hidalgo, ya ven como era de aventado, y  a pesar de su oficio de cura, era de ojo alegre con las muchachas, (cosa rara en ese tiempo) Y sin querer supimos también de que Allende no era precisamente su gran amigo que digamos, pues tenía planes de darle mastuerzo en la primera ocasión que se presentara.   
De Morelos, quien fuese magnifico estratega militar y gran paladín de la independencia, se habló realmente poco. Lo que yo siempre he  querido saber es por qué Morelos diario traía amarrado en la cabeza el pañito rojo;  ¿padecía migraña o era que se adelantó a su época y quería imponer una moda Hip-hop?  Y he aquí que de repente me llegó a mi domicilio el libro de historia de México que nos mandó el presidente Felipito Caderón. Yo dije: ahí sí me voy a enterar de esta y otras cosas, pero nada. Se trataba de un librito ilustrado pero con letra muy chiquita y como yo estoy medio seguetas, pos al igual que el resto de millones de compatriotas tuve que tirarlo a la basura. Algo me recordaba al libro de la primaria, por los héroes de la patria, pintados oficialmente y  a todo color: Javier Mina, Vicente Guerrero; Madero, Villa, Zapata; etc. Sin embargo, algo también me decía  que si hoy en día Hidalgo viviera y su lucha  fuese en favor de los indígenas de Chiapas o en pro de nuestra independencia política y económica con relación a la banca internacional y al gobierno de los estados Unidos, el mismo Felipe Calderón y el clero mexicano estuviesen poniéndole precio a su cabeza para irla a colgar nuevamente en una de las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas.  Porque pos claro, esto lo saben los gobernantes de todas las épocas: a los héroes revolucionarios primero hay que matarlos y luego hay que hacerles su estatua, su monumento o lo que sea;  y ya así todos en paz felices y contentos.
En lo que yo me fijé en este mes del bicentenario es que, oiga: el clero, que como todos sabemos, no oculta su antagonismo con algunas figuras nacionales como Bomberito Juárez y, en este caso, con el mismísimo Hidalgo, (por aquello de que si lo excomulgaron o no), celebró también a su manera el bicentenario exaltando únicamente a la figura de la virgen de Guadalupe como emblema de la mexicanidad y de la independencia. Y yo digo, está bien, cada quien que le rece a su santo. Pero por otra parte, el gobierno federal se gastó ni más ni menos, (mejor dicho: más que menos), la lana de nuestros impuestos: la escandalosa, estratosférica cantidad de 230 millones de dólares, que equivalen como a unos  3 mil millones de pesos. Pero cómo no, oiga usted, si el mero día 15 de septiembre en el zócalo capitalino se aventaron más cohetes que en la llegada de la virgen de Zapopan a Guadalajara. ¿Pos cuál crisis? No y es que los mexicanos somos bien fiesteros y cuando se trata de un bicentenario como este, que sólo Dios sabe si nos tocará  volver a vivir otro igual, pos echamos la casa por la ventana. Claro que hubo sus asegunes. A la gente que se congregó en el zócalo para los festejos le cayó de sorpresa que a pesar de tanta lana gastada y nomás para estar oyendo a unos mariachis ahí, pos no. Ya los artistas, si así se les puede llamar, estaban zacatones de salir al público, por las rechiflas y las mentadas al gobierno que se oían por todos lados. Bueno, yo no estuve ahí, pero me contaron. Y a la hora en que van sacando un monigote, que según eso fue ocurrencia de la SEP, y que dieron en llamar “El Coloso”, ahora sí que la gente se quedó con la baba caída. De un de repente en medio del zócalo se levantó la descomunal figura de…(¿), un fulano que nadie sabía de quien se trataba; y no fuera a ser que en una de esas cobrara vida y empezara a pisotear a las personas como si fueran cucarachas. Se hizo necesario que la misma Secretaría mandara un comunicado informando que el gigante levantado como parte de los festejos del Bicentenario de la Independencia de México no representaba a Emiliano Zapata, José Stalin, Luis Donaldo Colosio, Benjamín Argumedo o Vicente Fernández, entre otros .  Y yo que pensaba que era el Pípila, pero ya se vio que no. ¿Entonces quién era? Pos sabe, o a lo mejor no eran nadie. Y luego no va a faltar quien proponga que  hay que poner esa estatua en una caseta de cobro de alguna autopista. Pero yo y la organización que represento, es decir al Comité de Arandenses Progresistas de Arandas, andamos juntando unas firmas para que el ejército mexicano utilice al coloso en su lucha contra el narco. Lo único que hace falta es que los científicos de la UNAM le adapten un programa de software y lo transformen en algo así como en un robocop programado para agarrarse a madrazos  con los del crimen organizado.  ¿Cómo la ve desde ahi? 

EL MORO SE LES FUE
                                                                                                    Laura Rivas*

Por aquellos años,  Cuautla de Amilpas  ni siquiera figuraba en el mapa. ¿Pa’ que, pues? Si nomás era una calle larga de casas de un piso, dos iglesias y párenle de contar. Hasta que llegó mi general  Morelos, con sus tres mil chinacos  y se quedó, a defender la plaza contra Calleja, con sus siete mil chaquetas.

La batalla se inició el 19 de febrero de 1812,   y durante varias horas todo fue un puro avanzar y retroceder, por parte de ambos bandos, hasta que Calleja se convenció de que aquel era un hueso bien duro de roer y  mejor se retiró, dejando tirados doscientos cadáveres frente a nuestras líneas, como si en vez de cristianos fueran basura.

En cuanto llegó a su campamento, pensando en como justificar su fracaso, el argüendero aquel  le mandó un   mensaje al virrey Venegas, inventándole  que en aquella plaza habíamos  doce mil patanes, decididos a morir antes que rendirnos. Así que mejor sugería  ponerle cerco al lugar. ¡Total, aquello no duraba arriba de  una semana!.

Mientras tanto el padre Morelos, hecho un mar de contento,   iba y venía, ocupado en organizarnos  un baile, para celebrar nuestro primer triunfo. Pero aún así se dio tiempo para dictar   una carta, y  entregársela al Goyo, con la orden de ir a caballo con bandera blanca, entregársela a Calleja y retirarse cuanto antes, sin esperar respuesta.

Cuando vio venir  aquel  mensajero,  Calleja se sintió más que satisfecho.  ¡Claro! ¿A poco los guarachudos esos iban a querer enfrentarse al mejor militar que había pisado las Américas?¡ Era de esperarse, cuando tenían por comandante a un cura de pueblo, que en algún  momento de delirio llegó a sentirse general !

Pero aquel gusto,  en  cuanto  leyó la misiva, se le  convirtió en un espantoso retortijón, porque sufría de ataque de bilis. Tuvo que tomar una taza tras otra de  te  de tila,  durante horas, para bajar el dolor, porque el mensaje era una maloreada del general  Morelos, y  en realidad iba dirigido a los criollos que andaban en su ejército.

En ese pliego de papel, el señor Morelos de  traidores no los bajaba.¿ Pos  que andaban haciendo defendiendo intereses gachupines, siendo ellos americanos? Mejor los convidaba a desertar y unirse a su bando.

En cuanto Calleja pudo menearse,  ordenó un ataque brutal sobre Cuautla. Cuatro días y sus  noches de bombardeo. Con los primeros  cañonazos la gente corría enloquecida, entre la desesperación y el terror. Pero como vieron que al Jefe  no se le movían ni las cejas, y que no se mudaba de la casita que tenía de cuartel desde que llegó, poquito a poco le bajaron al pánico.

Y, para ayudarnos, mi general Morelos le ordenó a Galeana que, por cada bomba que cayera, tocara las campanas a fiesta, para que  aquellos zonzos realistas entendieran  que no por unos cuantos tirios los insurgentes nos íbamos  a rendir. También le pidió  a Don  Nicolás Bravo que sacara todo el aguardiente de la tropa y nos  lo repartiera, para levantarnos  el ánimo.

¡Bueno! ¡Aquello se convirtió en un  fiestononón…. En el  que había cuetes, -que ponían los  realistas- ,  música, baile-  en el que Morelos no se perdió ni una pieza, danzando con todas las señoras que asistieron- y sobre todo  risas,- que poníamos nosotros,  y todo aquella algarabía era como cientos de  dardos envenenados,   que llegaban volando  hasta las trincheras enemigas.
El caribe del Calleja, muerto de rabia, le escribió a Venegas que aquel párroco infame era un segundo Mahoma, que les prometía a sus fieles los goces del paraíso, en esta vida y en la otra. Y si no, nomás  había que ver las pachangas que cada día se celebraban  en Cuautla.

Esto se supo por toda la Nueva España, y de inmediato la gente empezó a llamar el moro a mi general Morelos, aparte de los otros apodos que ya tenía. Pero Calleja no era de los que creen que las palabras causan daño, así que ordenó cortar todas las entradas de agua a Cuautla.

A los pocos días, yo vide con mis propios ojos  animales y  cristianos, corriendo enloquecidos de sed por las calles. Entonces mi general   Morelos :
-          Señor Galena, es imperativo que tome usted el reducto de Juchitengo y que lo sostenga ¡A cualquier costo!.

Tata Gildo, a quien todos veíamos como a un abuelo, era tan hombre que ni chistó, con todo y que aquella orden era como mandarlo a la muerte. Así que se fueron él y  sus mulatos, y mientras unos disparaban, otros, en medio de la balacera,  iban echando hileras  de adobe y  capas de argamasa.

Para la nochecita,  ya habían levantado un torreón, al que no se acercaban ni los conejos, porque los mulatos de don Hermenegildo , a punta de disparos, lo   impedían. Y el agua regresó a Cuautla y allí se quedó hasta el final del  sitio.

Entonces Calleja le apostó al hambre, porque supuso que se nos  tenía que acabar la comida ….  ¡Y se nos acabó, como de que no! Pero no contaba con nuestra terquedad…empezamos  devorando yerbajos, lagartijas, ratones, perros, gatos, al final, y muy despacito, para dejar  los de los comandantes para lo que se ofreciera, le dimos  mate a los caballos.

Cuando ya no hubo nada que comer, en las calles  resquebrajadas por las bombas pusimos peroles de agua hirviendo., en los que echábamos cinturones, botas y guarniciones de espadas, pa’ablandar el cuero y poder masticarlas.

Los de Calleja también andaban hambreados, porque los convoys de bastimento tardaban  un chorro en llegar desde la capital y a veces  ¡ni llegaban! Porque otros insurgentes los atacaban en el camino y les quitaban la comida.

Así que los dos ejércitos enflacábamos a  ojos vistas y hasta el señor  Morelos, que siempre tuvo muy buen diente, por aquellos días se veía esbeltito, esbeltito,   a pesar de lo cual andaba por allí  con la sonrisa de oreja a oreja, ideando tanteadas y fiestas.

Pero luego cayó sobre Cuautla una terrible maldición: La  peste de  tifo. La iglesia de San Diego, que usábamos de  hospital, cerró sus puertas, porque ya no le cabía ni un alfiler. Y entonces los enfermos andaban trastabillando por la calle, como borrachos, y caían muertos en cualquier sitio.

A los soldados realistas  tampoco les iba mejor. Con las lluvias, se desató en su campamento una epidemia de disentería, que los traía corriendo a cada rato detrás de los matorrales, pa’ hacer de las aguas mayores. Como a mi general nada se le iba, se dio cuenta y sonriendo maliciosamente me  mandó llamar:
-          Señor tambor, va usted a tocar a Generala.

Pos la mera verdad, que a mi se me fruncieron… y hasta donde vi, a los comandantes también. Porque tocar a Generala era tocar a atacar con todo… y pos así como andábamos de enfermos y hambreados….

-          ¿Ahora, mi general?- le contesté con la voz hasta temblona.
-          Ahora y cuando se le pegue la gana, chamaco… sobre todo de madrugada y en distintos puntos. Mejor aún si averigua donde duerme Calleja y toca por ese rumbo.

Y frente a la cara de zonzos que pusimos todos, nos explico muy contento.

-          Se trata de destantearlos, de que nunca sepan cuando los vamos a atacar de a de veras.

Así que las siguientes semanas, los soldados realistas se la pasaron montando a caballo para repeler el ataque que nunca llegaba  y desmontando al poco rato, pa’  correr al matorral antes que les ganara la diarrea.
Aquello era ya un infierno para los dos bandos y, después de anunciarle al  virrey Venegas que levantaría el sitio en cualquier momento, que dizque porque él y sus hombres taban graves de lo enfermos y casi como para no dejar que decir,  el 1º. de mayo le mandó un último mensajero al señor cura, conminándonos a rendirnos.. 

El mensajero  enemigo, que era todo pellejo sobre los huesos, lo mesmo  que su caballo, le entregó la misiva a Morelos y esperó a que terminara de leerla.

-          Tiene cuatro horas para contestar- le dijo.
-          No  las necesito ¡Pluma! - le gritó a su ordenanza. Y en el dorso de la hoja escribió la respuesta. Dobló la hoja y la devolvió al correo, que se alejó galopando.

Los comandantes se acercaron de inmediato, para enterarse del chisme.

-          Calleja nos ofrecía el indulto, a usted señor Galeana, a usted señor Bravo y a mi, siempre y cuando le entreguemos la plaza hoy mismo.
-          ¡ Ahhhhh! ¿Y… que le contestó, mi general? 
-           Pos que va a ser: ¡Que le concedo la misma gracia a él y a los suyos!¡. Les perdono la vida si se rinden hoy mismo!

¡ Pos claro, que se creían! .Aunque estuvieramos cansados, hambrientos y enfermos,  mi general Morelos no era de los que se rendían y nosotros ¡tampoco! Pero a setenta y dos días de sitio, lo  único que nos quedaba   era romper el cerco.

Al anochecer, se tocaron las campanas para llamar a la gente a la plaza.
-          Nunca antes- dijo el general- se le había pedido tanto a un pueblo y éste había respondido con tanta generosidad. Pero este sacrificio debe cesar. Por eso, ahora mismo ¡Vamos a romper el cerco! Los invito a unírsenos.
A los que se quedan… les dejo mi corazón, pero a todos les pido lo mismo. Silencio absoluto. Porque vamos a intentar lo que el enemigo jamás sospecharía. Aprovechando que hay luna nueva y la oscuridad es total, nos vamos a escurrir en medio de ellos, como gatos, encomendándonos a la virgen de Guadalupe para poder escapar

A una señal suya de sable, callados, iniciamos   la marcha. Ya casi habíamos dejado atrás al enemigo, y apenas quedaba por pasar la retaguardia, cuando alguien tropezó y se le disparó la pistola. Los gachupos se nos fueron  encima como enjambre de abejas enfurecidas.  Pero nosotros, que sabíamos que esta  vez no era de  pelear, sino de pelarse, nos dispersamos como lagartijas, escapándonos la mayoría.

Calleja se quedó revolcándose en su propia  bilis. Ni siquiera quiso entrar a Cuautla, para no ver las ruinas que había dejado tras de si aquel moro infame.

Eso si, le ordenó a su segundo que buscara hasta por debajo de las piedras al tambor que los había tenido destanteados varias semanas. Quería fusilarme él mismo. Claro que a mi, no me vieron ni el polvo, porque me había fugado con mi general Morelos.

Cuando el amargoso aquel regresó a la capital,  a pesar del desfile que organizó para  hacer una entrada triunfal, el recibimiento de los ciudadanos fue  bien tibio, porque  el recuerdo risueño  de mi general  Morelos,  lo opacó. Por otro lado,  el militar español,  se encontró con un nuevo motivo de berrinche.

Resulta  de que unos comediantes  del teatro principal habían puesto de moda unos versitos, que la gente recitaba alegremente por todos lados.

                        Aquí está el turbante del moro que atrape.
                        ¡Ah! ¿Y el moro?
                        ¿Ese?...¡ Ese se fue!




*Escritora, coordinadora del Taller de Narrativa en el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura.
                                                                   
“TEMPLO ROJO EN CACAXTLA ¿ESCALINATA AL INFRAMUNDO PREHISPANICO? o ¿ESCALINATA DE LOS POCHTECAS   ?
FOTOLIBERTAD 2010 MURAL DEL MAIZ ORIENTE.  CACAXTLA-TLAXCALA-MÉXICO
Se trata de un pasaje con nueve escalones hacia abajo donde se conservan tres pinturas murales:
-Murales de la banqueta policromada donde se encuentran seis glifos que al parecer representan a diferentes lugares como  Popocalli   o Cholula y Xochicalco, entre otros no especificados, entre los que se encuentra un personaje con un tocado de maguey. Ahí mismo en la banqueta aparece otra representación de una serie de elementos relacionados con el inframundo en la cual aparecen varios seres humanos muertos, con los cuerpos teñidos en un tono rojizo y sus rostros blancos totalmente.
Se le llama templo rojo por el predominio de este color en sus murales en los que destaca el Mural del maíz que muestra una planta de maíz en color azul cuyos  frutos  o mazorcas de maíz son pequeñas cabezas de seres humanos con características mayoides. A  la derecha de este Mural Oriente del Templo Rojo se encuentra una rana en un tono azul sobre  una cenefa o corriente acuática, que muestra animales marinos como caracoles, tortugas, serpientes, cangrejos y garzas blancas. Se ve un anciano  comerciante o pochteca   (viajero mercader prehispánico), con el cráneo deformado,  y las pupilas en espiral, semejantes a las de las deidades mayas asociadas con el agua, luce una piel de jaguar, con bastón (lo que lo relaciona con Yacatecutli   señor de los caminantes y mercaderes), frente a el personaje aparece el numeraL 4 perro, o 4 tlacuache, probablemente su nombre del personaje.
Aparece también una planta de cacao y una guacamaya. Sobresale el cacaxtli  o “canasta”, donde se aprecian sus “mercancías” o productos; una concha de caparazón de tortuga, un huaje o “huevo gigante”, y una máscara ceremonial de color azul que parece una serpiente-“dragón”  ( ¿Quetzalcóatl? ).
El cacaxtli  es un elemento importante para el entendimiento histórico-social de la región, ya que era un instrumento de carga utilizado por los mercaderes y evidencía la actividad comercial o de intercambio de productos / trueque que había en el lugar. Lo importante de la escena es que sugiere el origen de la denominación Cacaxtla : lugar de los que llevan cacaxtli.
El Mural Poniente contiene una rana gigante de características felinas sobre una cenefa acuática. Al igual que un jaguar dentro de una concha de tortuga.