FOTOLIBERTAD 2011.

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DONACIÓN DE PIEZAS ARQUEOLÓGICAS


Arqlgo. José Eduardo Contreras Martínez

Centro INAH Tlaxcala

La donación de piezas arqueológicas se debe a dos hechos fundamentalmente: Por un lado, el hallazgo fortuito y dado a conocer por quien lo encuentra, o aquel que durante años ha recogido los restos materiales de las antiguas culturas mexicanas y que percatándose de que no tiene las condiciones apropiadas que propicien la adecuada conservación, decide darlas a conocer para su estudio y disfrute social.

A través de la historia de la arqueología en México ha habido donaciones importantes de grandes y adinerados coleccionistas, pero en esta ocasión quiero referirme a tres casos en los que los donantes fueron humildes campesinos y los objetos donados han sido de gran trascendencia para el estudio de la historia prehispánica.

En primer lugar destaco el bello mono de obsidiana de 15 centímetros de altura que se exhibe en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología. Se cuenta que en la década de los años veinte esta pieza fue ofrecida por un campesino al director del Museo Nacional a cambio de una talega de maíz. Por voz de quien lo llevo al museo, sabemos que fue hallada en Texcoco; sin embargo, ignoramos totalmente en qué sitio y qué contexto cultural fue encontrado. El tallado de la pieza y su refinado acabado la hacen una pieza única en su género.

Por otra parte, hace poco mas de cuarenta años, campesinos de la zona de San Rafael, en el centro de Veracruz, hallaron y entregaron al Museo de Antropología de la Universidad Veracruzana, una “Palma” de origen totonaca cuya temporalidad se sitúa en el periodo Clásico Tardío o Posclásico Temprano (900- 1100 d. C.). En ese entonces el reconocido arqueólogo Alfonso Medellín Zenil aseguró que se trataba de uno de los grandes hallazgos arqueológicos. La “Palma” muestra la figura de un águila que desgarra dramáticamente a una serpiente, siendo una prueba de que medio milenio antes de la fundación de Tenochtitlán, ya se conocía el símbolo que hoy se perpetua en el escudo nacional y que en 1325 fue tomado por los antiguos mexicanos.

Por último refiero el caso ocurrido en el mes de julio del año de 1965 cuando dos hermanos de apellido Pascual al buscar una piedra para romper un coco, el fruto de una palma, excavaron la tierra y así descubrieron una que tenía un rostro humano. Ambos pensaron que se trataba de un muerto de piedra y asustados corrieron a su casa a contarles a sus papás lo sucedido. Enterados, todos juntos fueron a desenterrar al “muerto”. Cuando con gran miedo lo sacaron, vieron que era una figura de piedra de casi medio metro de ancho por medio metro de alto, y estaba muy pesada. Con gran trabajo la llevaron a su casa. Como en el municipio se sabía que por esas tierras había restos de cerámica y esculturas de los antiguos mexicanos, al poco tiempo dieron aviso al Instituto de Antropología. Los especialistas se dieron cuenta de que el “muerto de piedra” era en realidad una escultura olmeca que representa a un sacerdote sentado, con un niño en brazos.

A la familia de apellido Pascual aún no se le borra el recuerdo del momento en que el gobernante de Veracruz los saludó. Pero el mejor premio fue el que los niños de Jalapa les aplaudieron por haber entregado un verdadero tesoro que le pertenecía al pueblo de Veracruz y a México en general y que hoy conocemos como “El Señor de las Limas”.

De esta manera se puede decir que por muy insignificante que pudiera parecer la donación que una persona hiciera, siempre resultará significativo para conocer un poco más sobre la historia antigua de México.